Si les quedase algo de moralidad por alguna parte, el Partido Popular de la señora de Cospedal debería actuar de oficio y devolver a sus puestos de trabajo a los periodistas de las subdelegaciones del gobierno que han sido sustituidos por familiares de cargos del PP. De lo contrario, aunque parece no importarles lo más mínimo, han caído en un desprestigio absoluto. No está sobrada la profesión periodística de puestos de trabajo. Nadie está sobrado de trabajo, por lo que no se puede entender que la presidenta de la Diputación de Gualajara (del PP), la otrora incendiaria de elevadas razones, Ana Guarinos, coloque a su marido, y el presidente de la Diputación de Albacete (del PP) coloque a su mujer en los puestos que antes ocupaban dos periodistas de verdad. En nueve meses todas las supuestas convicciones de la señora de Cospedal, las duras palabras de Leandro Esteban, los insultos de Riolobos... se han quedado huecos. Con esta realidad hacen dudar ya de cualquier promesa, de cualquier discurso que pretendan ser algo creíble en el futuro. Hipocresía es la norma.
La Asociación de la Prensa debería opinar algo al respecto porque las purgas no han terminado y los más ultras están llegando a dirigir medios de comunicación públicos o a presidir una agencia antes tan prestigiosa como Efe. Todo se está ya preparando para que RTVE, la radio y la televisión españolas, den por zanjada la única etapa en toda su historia de mayor imparcialidad política.
Nada nuevo, en fin, bajo el sol de unas antiguas prácticas que solo sirven para desprestigio de unos políticos que un día predican y luego se dedican a engañar a la población con total desparpajo acaparando al tiempo todo el trigo posible.
Tenemos que ser capaces de resistir y luchar contra esta era del pensamiento único que se avecina.
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